domingo, 30 de septiembre de 2007

Acantilados de Moher (Irlanda)

Mi intención es hablar no solamente de ciudades en el blog sino también de parajes naturales que valga la pena visitar. Por ejemplo estos impresionantes acantilados de la costa oeste irlandesa; quedan un poco lejos para el que visite Dublín, que está al este del país, pero quien vuele al aeropuerto de Shannon debería acercarse hasta este lugar. La ciudad importante más próxima es Limerick, pero como suele ocurrir con estos escenarios, están situados más o menos en el medio de ningún sitio. No obstante el lugar está bien acondicionado para el turismo, con fácil acceso por coche hasta muy cerca de los acantilados; recientemente han puesto además un sendero, una barandilla e incluso unas grutas dentro de la piedra que facilitan el paseo por la zona. Tampoco falta la típica tienda de souvenirs (esto puede sorprender a quien visitara el lugar hace algún tiempo, porque al parecer todo este acondicionamiento es de hace menos de un año).

Las fotos hablan por sí solas y describen mucho mejor que las palabras lo impresionante del paisaje; desde el punto más alto se pueden ver las islas de Aran, protagonistas de un famoso y antiguo documental de Robert Flaherty. No dudo, eso sí, que en Irlanda no pueda haber otros muchos sitios casi igual de dignos de ver y menos explotados turísticamente. Y sin querer ser chauvinista, tampoco hace falta ir hasta allí para ver acantilados de este tipo. En Galicia, y aún más en Asturias, abundan.

jueves, 13 de septiembre de 2007

Aarhus (Dinamarca)

Aarhus es la principal ciudad de Jutlandia, la Dinamarca peninsular. Frente al relativo caos de Copenhague, Aarhus sí es la clásica ciudad escandinava apacible y tranquila que da la sensación de sitio pequeño pese a contar con unos 300.000 habitantes. Al que llega en tren lo primero que le sorprende es la pulcritud y la calma de la estación central, que en todas partes suele ser un lugar ruidoso y caótico. Todas las calles del centro mantienen esa sensación de armonía y de sitio tan agradable como discreto. No hay grandes maravillas arquitectónicas ni atracciones que puedan atraer un turismo masivo, de hecho la mayor parte de visitantes de la ciudad vienen de otros puntos de Dinamarca o de las vecinas Alemania y Suecia. Seguramente el interés turístico de la ciudad se elevará cuando acaben las obras que están llevando a cabo para recuperar los canales que antiguamente atravesaban el centro de la ciudad, con lo que Aarhus se parecerá más al resto de poblaciones danesas, casi siempre rodeadas y surcadas por el mar o por lagos.

Los escandinavos buscan siempre vivir cerca de la naturaleza, y Aarhus no es una excepción, posee enormes superficies verdes. En la parte alta de la ciudad se encuentra el extenso jardín, más bien bosque, botánico, en el que si el tiempo acompaña los lugareños se tumban sobre el césped a tomar el sol; y en medio de éste se sitúa el Sygehus, una especie de versión danesa del Pueblo Español de Barcelona que reproduce varios lugares de Dinamarca y que es muy visitado por las familias. En la parte baja, pasado el puerto, porque Aarhus es una ciudad marítima, la larguísima playa se funde con el Mindepark, que incluye una reserva de ciervos y jabalíes y en otra de sus zonas una residencia propiedad de la familia real. Para recorrerse la ciudad, lo más danés sería sin duda alquilarse una bicicleta, el medio de transporte más habitual en el país para gente de todas las edades.

Mientras en otras localidades danesas más pequeñas la tranquilidad puede llegar a resultar un tanto excesiva, Aarhus es una ciudad universitaria, lo que se traduce en muchas actividades culturales, terrazas llenas si el tiempo lo permite y una nada despreciable vida nocturna, aunque al estilo escandinavo, es decir, en un tono de voz mucho más bajo del que estamos acostumbrados en países más al sur.

sábado, 1 de septiembre de 2007

Rouen (Francia)

Rouen es la capital del departamento de Seine maritime y de la región de la Alta Normandía. Era la segunda ciudad más importante de Francia durante la Edad Media, por lo que toda su zona central data de esa época y ha conservado desde entonces la arquitectura típica en esta zona. Quien quiera ver los mejores ejemplos de casas de estilo vikingo los va a encontrar mucho mejor en Normandía (región que los francos cedieron a los invasores del norte y en la que éstos se establecieron durante una buena temporada) que en los países escandinavos, donde, reemplazadas por edificios más modernos de ladrillo, son mucho más difíciles de ver.




Aunque no tiene aeropuerto propio (el más cercano es el de Le Havre) es fácil llegar a la ciudad por transporte público; hay una frecuencia aceptable de trenes entre Rouen y la estación de Saint Lazare en París (bastante céntrica, próxima a la Opera y la Madeleine). El viaje dura hora y media; eso sí, sin aire acondicionado, más bien raro en los trenes franceses, aunque el clima del norte de Francia es bastante suave en verano y durante mi estancia en pleno julio necesité el paraguas casi más que las gafas de sol. Rouen es pequeño y se puede visitar en uno o dos días, pero es un buen centro de operaciones para visitar Normandía, una región bellísima, o incluso hacer alguna escapada a Bretaña o a Amiens en Picardía; incluso el famoso Mont Saint Michel no está demasiado lejos, sobre todo teniendo en cuenta que no está cerca de nada.

Como París, Rouen también está dividida en dos por el Sena y cuenta con una isla en medio del río, pero a diferencia de la capital, la orilla izquierda o rive gauche del río tiene muy poco interés turístico, y lo mismo se puede decir de la isla: es la zona moderna e industrial. El casco histórico, así como la estación del tren, se encuentran íntegramente en la rive droite. La espectacular catedral gótica se encuentra en medio de una plaza bastante próxima a los muelles del Sena, nada lejos de la calle central del casco viejo, la calle del Gran Reloj (Gros Horloge), el otro punto emblemático de la ciudad.


Esta avenida va a dar a la segunda plaza más famosa de Rouen, la plaza del mercado, más conocida con el nombre de la heroína local, place Jeanne d'Arc. En el centro de la plaza, unas flores marcan el punto en el que se situó la pira en la que fue quemada vida la patrona de Francia; una iglesia de extrañísima forma rodea el lugar, y a su vez es rodeada por gran número de cafés, restaurantes y alguna que otra tienda de souvenirs, pero no muchas, hay una cierta cantidad de turistas franceses y alemanes pero incluso en verano son los normandos haciendo su vida cotidiana los que predominan en las calles.


La otra zona cuya visita es imprescindible para el turista es el barrio de Saint Mclou, una sucesión de preciosas casas vikingas coronada por otra colosal iglesia gótica (más que habituales en la región).

Para obtener una buena vista aérea de los tejados del centro de Rouen puede uno subir al Gros Horloge, o si está dispuesto a escalar un poco, a la montaña de Sainte Catherine, a una media hora a pie del centro (lamentablemente el día que subí yo el tiempo no ayudaba y la visibilidad no era gran cosa).

Aparte de las visitas a la ciudad y a los alrededores, Rouen tiene unos cuantos restaurantes y, al menos en verano, una vida nocturna aceptable por los muchos bares y pubs, tanto de estilo inglés/irlandés como local, de su casco antiguo. Los normandos son amantes de la sidra y del queso Camembert, que es original de la región, pero tal vez estas sean las únicas peculiaridades de la cocina normanda con respecto a otras zonas del país. Por último, a pesar de los tópicos, los franceses de provincias son muy amables con los turistas, al menos con los que hablan o intentan hablar francés así que es conveniente echar mano del poco o mucho idioma de Molière que se sepa; y naturalmente decir siempre bonjour antes de nada.

Más información en la web de la oficina de turismo.