sábado, 24 de noviembre de 2007

Gruyère (Suiza)

Suiza es uno de los países más bonitos de Europa. Mil años de paz y neutralidad no sólo han producido el reloj de cuco, como decían con ironía en El tercer hombre, sino que también han preservado sus ciudades de guerras y destrucciones por lo que todas conservan su estructura medieval casi intacta; y eso por no hablar de los bosques y montañas donde no se conoce ningún tipo de especulación urbanística ni incendio forestal: viendo el paisaje desde el tren o el coche, parece que la casa de la bruja de Hansel y Gretel puede surgir en cualquier momento. Sin embargo el país recibe muy pocos visitantes, en buena parte por lo extremadamente caro que es. Pero quien tenga conocidos o familiares allí que le ahorren los gastos de alojamiento puede descubrir rincones tan interesantes como este pequeño pueblo del cantón de Friburgo.

Curiosamente, quien visite Gruyère apenas encontrará referencias al queso agujereado del mismo nombre. En su lugar podrá pasear por un pueblecillo típico centroeuropeo, restaurado con una pulcritud que le da un cierto aire irreal y disneyano; es uno de los pocos sitios turísticos del país, donde abundan las tiendas de souvenirs, realmente difíciles de ver en otros lugares. Una caminata desde el centro lleva hasta el castillo de la localidad, que se conserva también en todo su esplendor.

Pero entre tanto bucolismo, Gruyère tiene también una dimensión freak: allí, en pleno centro del pueblo, se encuentra el museo dedicado al artista H. R. Giger, conocido sobre todo por sus diseños para Alien. Además de visitar el museo, la cafetería de enfrente tiene un curioso mobiliario inspirado en su estilo.

Gruyère está en el medio de ninguna parte, por lo que imagino que llegar en transporte público debe ser complicado. Es un sitio además pensado para visitar de día, por lo que el alojamiento habría que buscarlo en los alrededores. Como la cuestión lingüística en Suiza es complicada, aclaro que se trata de una localidad francófona aunque perteneciente a un cantón bilingüe, por lo que el alemán también sirve (como en todo el país, por otra parte).

Más información: http://www.gruyeres.ch/commune/

martes, 13 de noviembre de 2007

Delfos (Grecia)

Queda como muy mal y muy poco intelectual decir que a uno no le dicen gran cosa los grandes recintos arqueológicos griegos, pero se trata de eso, de recintos para los aficionados a la arqueología cuyo interés para el público en general no me parece tan evidente. Como dicen los chistes malos, si uno va a Olimpia o a Delfos se encuentra poco más que un montón de ruinas que solo le dirán algo tras oír las explicaciones de un guía o documentarse por su cuenta (la Acrópolis de Atenas es otra cosa). Hay pocos templos y monumentos reconstruidos, en teoría por no alterar la esencia del lugar con reconstrucciones artificiales, aunque yo tiendo a pensar que en buena medida es por la inversión que supondría.

¿Quiero decir con esto que no vale la pena ir a un lugar como Delfos? En absoluto; en primer lugar se trata de un magnifico enclave natural en medio de la montaña desde el que se pueden ver cumbres nevadas por un lado y el mar por el otro. En contra de la idea que tenía antes de ir, Grecia no es árida ni desértica como muchas regiones del sur de España sino verde y de orografía mas bien accidentada. Al pie de la montaña se encuentra el Delfos actual, un pueblecillo eminentemente turístico con poco más que hoteles, restaurantes y tiendas de souvenirs, que no esta pensado para pernoctar más allá de la noche del día en que se visita el santuario.

Este último, aparte de las ruinas de templos varios, consta de un imponente teatro y de los restos de un estadio donde en su día se celebraron los juegos délficos, mucho menos famosos que los olímpicos, los del santuario de Olimpia. La carretera divide en dos los restos del recinto, que dan para un interesante paseo de al menos un par de horas, sin contar con la visita al museo, donde destacan la esfinge y el famoso auriga. Yo tuve la suerte de llevar a cabo la visita en un mes de abril con el cielo más bien nublado; si hubiera recorrido el lugar en pleno verano bajo la solana (puesto que los árboles griegos no tienen altura para dar sombra) y entre hordas de turistas tal vez no me hubiera causado tan buena impresión.

Más información.