sábado, 2 de agosto de 2008

Hamburgo

Acabo de pasar tres semanas en Hamburgo haciendo un curso de alemán. Ya se sabe que en estos cursos en el extranjero se aprende más italiano que otra cosa, puesto que vaya uno a donde vaya, los españoles y los italianos lo llenan todo. Aunque mi nivel de alemán siga siendo más bien lamentable, al menos he podido conocer una de las ciudades más importantes del país.



La primera curiosidad de Hamburgo es que, siendo el primer puerto comercial de Europa, no tiene mar. Ni el mar del Norte ni el Báltico, al que los alemanas llaman mar del este, están demasiado lejos, pero tampoco cerca; hay playas más cercanas, pero una excursión a un sitio bonito de la costa o a una de las islas de la zona suponen varias horas de viaje. Pero el río Elba con esa cantidad de barcos, grúas y contenedores parece un mar con todas las de la ley, sobre todo porque aunque los patos naden en él y no tenga olor a sal, eso en esas latitudes es normal, en el Báltico ocurre lo mismo.


Se trata de una ciudad de contrastes; la zona centro, constituída por el Alster, un lago con un chorro vertical de agua en medio que recuerda a Ginebra, y los canalillos que va formando el río está surcada de tiendas de moda de primerísimas marcas, teatros elegantes y edificios decimonónicos, todo ello presidido por la imponente Rathaus (ayuntamiento). Por allí se puede comprobar que Hamburgo es una ciudad en la que se mueve mucho dinero. Pero la otra cara es la famosa Reeperbahn, la zona de marcha extremadamente portuaria donde se alternan bares llenos de luces de colores, fotos y una pachanga musical que convertirían en fino y sofisticado al garito más decadente del mediterráneo español, con sex-shops, espectáculos de sexo en vivo y prostitutas que acosan realmente al viandante en los alrededores de la plaza de Hans Alpert, donde según cuentan los lugareños las chicas hacen la calle con ropa de ski durante el invierno. No falta tampoco una zona de profesionales del sexo expuestas en vitrinas, como en Amsterdam o Amberes.



Los alemanes llaman a Hamburgo el pueblo más grande del mundo. De hecho sólo el puerto gigantesco, que recibe constantemente visitas de los grandes transatlánticos, es propio de una gran ciudad; la zona centro es pequeña y la gran urbe se extiende a lo largo de una serie de barrios que nunca dan sensación de asfalto por la enorme cantidad de espacio verde. Podemos destacar el muy animado distrito de Sant Pauli, zona de universitarios, artistas y punkies donde se puede apreciar la fuerza que tiene el movimiento okupa en las ciudades alemanas. Con un poco de suerte el turista de fin de semana tal vez pueda presenciar algún enfrentamiento con la policía en el gigantesco solar okupado en la calle Schulterblatt.



Más burgués y tranquilo es el barrio de Altona, próximo al puerto, cuya impresionante vista se puede contemplar desde sus colinas. Está situado bastante en el centro de la gigantesca área urbana de Hamburgo, pero da la sensación de afueras por sus mansiones ajardinadas muy similares a las que se ven en las películas norteamericanas.




Otros dos espacios estrella de la ciudad son Planten und Blomen, un jardín próximo al centro y a la universidad en cuyas fuentes se ofrece en las noches de verano un espectáculo de luz y música, y otro espacio verde todavía más grande, el Stadtpark. Allí se puede uno topar con gente bañándose en su lago central, formado por uno de los múltiples canales del Elba que surcan toda la ciudad, otros remando en barcas, tirados en la hierba o escuchando un concierto de rock cristiano (!!). Por supuesto no falta en este parque principal un Biergarten; se trata de un chiringuito de tamaño respetable en el que se ofrece típica comida alemana (salchichas de todo tipo, cerdo empanado, ensalada de patata ahogada en mayonesa o sauerkraut, una verdura amarga) que se degusta sentado en un banco de madera, algo similar a una fiesta gastronómica española sólo que funciona durante todo el verano. Y luego están los estupendos helados al precio irrisorio de 70 céntimos por un cono .... Eso sí que es vivir bien.