sábado, 6 de septiembre de 2008
Más sobre reservas, y trenes suecos
sábado, 2 de agosto de 2008
Hamburgo
Se trata de una ciudad de contrastes; la zona centro, constituída por el Alster, un lago con un chorro vertical de agua en medio que recuerda a Ginebra, y los canalillos que va formando el río está surcada de tiendas de moda de primerísimas marcas, teatros elegantes y edificios decimonónicos, todo ello presidido por la imponente Rathaus (ayuntamiento). Por allí se puede comprobar que Hamburgo es una ciudad en la que se mueve mucho dinero. Pero la otra cara es la famosa Reeperbahn, la zona de marcha extremadamente portuaria donde se alternan bares llenos de luces de colores, fotos y una pachanga musical que convertirían en fino y sofisticado al garito más decadente del mediterráneo español, con sex-shops, espectáculos de sexo en vivo y prostitutas que acosan realmente al viandante en los alrededores de la plaza de Hans Alpert, donde según cuentan los lugareños las chicas hacen la calle con ropa de ski durante el invierno. No falta tampoco una zona de profesionales del sexo expuestas en vitrinas, como en Amsterdam o Amberes.
Los alemanes llaman a Hamburgo el pueblo más grande del mundo. De hecho sólo el puerto gigantesco, que recibe constantemente visitas de los grandes transatlánticos, es propio de una gran ciudad; la zona centro es pequeña y la gran urbe se extiende a lo largo de una serie de barrios que nunca dan sensación de asfalto por la enorme cantidad de espacio verde. Podemos destacar el muy animado distrito de Sant Pauli, zona de universitarios, artistas y punkies donde se puede apreciar la fuerza que tiene el movimiento okupa en las ciudades alemanas. Con un poco de suerte el turista de fin de semana tal vez pueda presenciar algún enfrentamiento con la policía en el gigantesco solar okupado en la calle Schulterblatt.
Más burgués y tranquilo es el barrio de Altona, próximo al puerto, cuya impresionante vista se puede contemplar desde sus colinas. Está situado bastante en el centro de la gigantesca área urbana de Hamburgo, pero da la sensación de afueras por sus mansiones ajardinadas muy similares a las que se ven en las películas norteamericanas.
Otros dos espacios estrella de la ciudad son Planten und Blomen, un jardín próximo al centro y a la universidad en cuyas fuentes se ofrece en las noches de verano un espectáculo de luz y música, y otro espacio verde todavía más grande, el Stadtpark. Allí se puede uno topar con gente bañándose en su lago central, formado por uno de los múltiples canales del Elba que surcan toda la ciudad, otros remando en barcas, tirados en la hierba o escuchando un concierto de rock cristiano (!!). Por supuesto no falta en este parque principal un Biergarten; se trata de un chiringuito de tamaño respetable en el que se ofrece típica comida alemana (salchichas de todo tipo, cerdo empanado, ensalada de patata ahogada en mayonesa o sauerkraut, una verdura amarga) que se degusta sentado en un banco de madera, algo similar a una fiesta gastronómica española sólo que funciona durante todo el verano. Y luego están los estupendos helados al precio irrisorio de 70 céntimos por un cono .... Eso sí que es vivir bien.
jueves, 17 de julio de 2008
Reservas hoteleras: cuidado con los timos
No obstante hay que andarse con ojo porque algunos establecimientos abusan de que el usuario está acostumbrado a unas condiciones bastante estandarizadas en todos los hoteles del mundo e intentan timarte. Me explico; ya sé que hay que fijarse en si la habitación tiene baño propio o si el baño es compartido, si el desayuno está incluido o no y cuál es la hora a la que hay que abandonar la habitación el último día (normalmente son las 12 pero no es raro que sean las 11 o incluso las 10). Pero hay otras cosas en las que no me fijo porque las doy por supuestas, como es que la limpieza de la habitación está incluida en el precio, o que uno puede llegar a la hora que quiera el primer día siempre que avise para que no le cancelen la reserva. Pues bien, ahí es donde sacan partida sinvergüenzas como los regentes de esta cadena de apartamentos de Berlín.
Pero si tú has cancelado con antelación y tu apartamento se lo han alquilado a otro, no tienen ningún derecho a pedirte nada, porque no les has causado ningún perjuicio; su contrato abusivo puede decir misa pero ante un tribunal no pueden pedirte indemnización si no hay daños por medio. Eso sí, mejor no dejarte robar que conseguir que te devuelvan el dinero que te han robado, así que opté por cancelar la tarjeta de crédito y que me denuncien si tienen ganas de perder el tiempo. No me extraña que en su página web los comentarios de los huéspedes estén cerrados, es decir, es imposible escribir ningún comentario. Evidentemente, lo que pone ahí lo han escrito los del propio hotel porque no hay ninguna forma de que ningún cliente escriba nada. Si la hubiera, me imagino que las palabras timo y estafa abundarían por doquier.
En fin, que mucho cuidado en dar por hecho que las condiciones del alquiler de la habitación van a ser las de siempre, hay que leer todo con atención. Pero si se mete la pata y se cae en algún timo como éste, tampoco debemos amedrentarnos ni ir al hotel de mala gana; al final encontré un apartamento precioso en Berlín, no tan pijotero como estos, pero con un dueño amabilísimo y más barato. Debo decir que la gente de Bookings se portó además estupendamente, una chica muy amable se molestó en llamarme para ver que había pasado y hasta se ofreció a "mediar" con los caraduras de los apartamentos, aunque no había ninguna mediación que hacer.
jueves, 5 de junio de 2008
Cabo de Gata
domingo, 4 de mayo de 2008
Oslo
Una vez en la ciudad, es más bien pequeña y práctica para visitar. Hay una calle principal, la Karl Johans gate, en la que se encuentran la catedral, el parlamento, la universidad, el teatro nacional y, al final, el palacio real, sobre el parque de Slotts. El ayuntamiento está muy próximo pero un poco más abajo, ya pegado al mar y al castillo de Akershus, una fortaleza que la familia real utiliza para alguna que otra cena de gala. Arquitectónicamente es una ciudad sobria, como todas las escandinavas, e incluso más discreta que Copenhage o Estocolmo, ya que el estado noruego es más reciente y tiene una historia menos esplendorosa.
Con tanto museo uno podría plantearse comprar la tarjeta Oslopass, que permite el acceso gratuito a todos estos sitios. Lo cierto es que la National Gallery es gratis y la entrada a la zona exterior del Folkemuseum, que es lo interesante, cuesta sólo 10 coronas, así que salvo que uno sea muy museístico o que llueva mucho (que es probable) considero que no vale la pena. Yo la compré porque llovía y luego me arrepentí cuando vi lucir el sol por la tarde, pero mejor así, claro. Ya que la había comprado visité la casa de Henrik Ibsen, que han convertido en museo e intentado preservar como era durante la vida del autor. Como, aunque me apetece hacerlo, no he visto ninguna de sus obras, lo que evidentemente sorprendió a la amable y sonriente guía que me enseñó la casa para mi solo, mi principal interés residía en ver cómo era una vivienda de finales del XIX, así que me decepcionó que no hubieran podido conservar la cocina, aunque el salón, despacho y las habitaciones sí estaban perfectamente restauradas.
Por último, Oslo es cara incluso para los suecos que van allí a pasar el fin de semana, así que asústense. Todos los bares y restaurantes se ven tan finos que da miedo meterse y los precios de las cervezas son escalofriantes. Y toda la vida nocturna sin excepción se acaba a las tres de la mañana. Bueno, no toda ... Quien busque experiencias más íntimas puede escuchar la llamada (Hi darling) de las alegres señoritas que proliferan por la Karl Johans gate y por buena parte del centro de la ciudad. Parece que lo de la calle Montera de Madrid no es tan excepcional ...
miércoles, 19 de marzo de 2008
Las oficinas de turismo
viernes, 29 de febrero de 2008
Sobre los controles en los aeropuertos
Los pasajeros perjudicados pusimos las correspondientes reclamaciones, que nueve meses después siguen sin respuesta. Supongo que algún día algún oficinista de Iberia o de Aena, si es que tiene tiempo entre la cuarta o quinta pausa del cigarrillo y la llamada a la familia a cargo de la empresa, nos escribirá una carta, probablemente llena de errores de redacción, en la que explique que nada de todo aquello fue culpa de su maravillosa compañía, con toda la pachorra propia de quien sabe que la administración tampoco hará nada por apoyar al consumidor sino que enviará otra carta igualmente mal redactada varios meses más tarde, cuando el funcionario de turno se aburra de hablar por teléfono y tomar café. Así que después de pasar todos estos controles de seguridad tan rígidos y más propios de un régimen totalitario que de una democracia, lo cierto es que estamos a merced del primer idiota al que se le antoje impedir el embarque en un vuelo (y esperemos que se conforme con eso y no con secuestrarlo, porque lo tiene igualmente fácil).
jueves, 31 de enero de 2008
Delft (Países bajos)
Desde Amsterdam es relativamente fácil abarcar y recorrer casi todo el país; la única ciudad que pinta bastante lejos de la capital es Maastricht, pero la mayoría de lugares se pueden visitar haciendo excursiones de ida y vuelta en el mismo día. Además en los Países bajos, como en Bélgica, Francia, Suiza y casi todos los países menos España, los billetes de tren son abiertos, es decir, tienen validez durante todo el día y uno puede dividir su trayecto en tantos tramos como quiera, de forma que se pueden visitar varias ciudades pequeñas el mismo día con un sólo billete. Los trenes son frecuentes, de puntualidad aceptable y de horarios bastante amplios, por lo que es cómodo acercarse a una pequeña ciudad como Delft.
Este lugar es famoso por sus cerámicas y por ser centro de investigación para universitarios; aparte de eso, muy poco lo distingue de otras muchas localidades holandesas. Tiene sus canales, su plaza mayor estupendamente conservada, su catedral altísima y sus edificios estrechos de ladrillo típicamente holandeses: es decir, es muy bonito. Y como toda Holanda salvo la capital, es un sitio apacible y tranquilo, poco que ver con la imagen que se tiene del país a través de Amsterdam, que suele consistir en coffee shops, sex-shops y barrios rojos. Supongo que habrá sus locales de marcha, pero al turista ocasional le da la sensación de que a las 7 de la tarde todo está cerrado salvo algún que otro restaurante de precios asequibles. Y, pese al tópico, Delft es la única ciudad holandesa en la que vi un molino, del que adjunto foto. En cuanto al otro cliché, los tulipanes, hace falta ir en primavera, la época en la que florecen, para ver alguno.
Más información.
miércoles, 9 de enero de 2008
Pesadillas de Londres
Mis pesadillas personales en Londres:
1 - El metro. Una vez dentro es fácil comprender porque lo llaman the tube. Es, efectivamente, un tubo enano con trenes antiguos y enormemente ruidosos. Por no hablar de su escalofriante precio y del horror que puede llegar a ser comprar el ticket: hay muy pocas máquinas por estación, que además no son capaces de leer billetes: no sé si habrá mucha gente que vaya con la hucha de cerdito a cuestas pero yo no suelo llevar 4 libras y pico en monedas en la cartera. Algunas de las máquinas sí admiten tarjetas de crédito, pero, al menos con la mía, estos lectores funcionan sólo a veces. Así que toca hacer cola en la ventanilla donde atiende una persona; como mucho puede haber dos personas atendiendo y las colas son desesperantes. Además hay que sacarse un billete nuevo todos los días. Al parecer todas estas molestias son intencionadas para que la gente se compre esas dichosas tarjetas Oyster que tienen los londinenses; pero esta ciudad no puede hacer caso omiso de la cantidad tan enorme de turistas que la recorren cada día y que no pueden utilizar tarjetas para residentes.
2 - Las entradas anticipadas para el teatro. Los musicales son uno de los típicos atractivos turísticos de Londres. Como no podía ser de otra forma, los precios de los teatros (proyecten o no musicales) son prohibitivos, por lo que alrededor de Leicester Square proliferan los servicios de venta anticipada que, como por arte de magia, prometen conseguir entradas por la mitad de precio. Esto no es tan fácil, ya que estos servicios no te aseguran que te vayan a conseguir la entrada ni qué día te la podrán conseguir. Para el residente al que no le importa ir una semana u otra está bien, pero el turista se puede encontrar, como me ocurrió a mi, con que te están liando durante dos o tres días y al final te dicen que no te han encontrado ninguna entrada, por lo que es fácil que cuando llegues al teatro ya no quede ningún asiento libre y te pierdas la función. A quien esté pocos días creo que le conviene más comprar la entrada directamente en el teatro: caro pero al menos seguro.
3 - El cine. Supongo que no es habitual que un turista de fin de semana vaya al cine, pero quien vaya a pasar más tiempo en la ciudad o quien sea muy cinéfilo, aparte de que el precio de la entrada es de nuevo horripilante (alrededor de 9 libras en los cines del centro), conviene que se olvide de la puntualidad británica y que entre en la sala con al menos 15 minutos de retraso, que es bastante menos de lo que tardan en proyectar todos los anuncios. Lo de que es mejor ver las películas en pantalla grande para no tener que ver tanta publicidad como en la tele, no es aplicable por esas latitudes. Por otra parte los británicos no están acostumbrados ni al doblaje ni a leer subtítulos, por lo que apenas consumen cine en habla no inglesa: la oferta de la cartelera londinense es bastante inferior en todos los sentidos a la de Madrid o Barcelona, por no hablar de París, auténtico paraíso para el amante del cine. Si coincide bien, puesto que no ofrecen distintos horarios sino un solo pase para cada película, a veces proyectan cosas interesantes por un precio razonable en los cines Prince Charles al lado de Leicester Square.
4 - Los periódicos. Los quioscos ingleses están llenos de tabloides y prensa basura que vomita invenciones y chismes tan divertidos como degradantes tanto para la víctima de la calumnia para el lector. Es mucho mejor aceptar alguno de los periodicuchos que regalan a la entrada del Metro, que al menos son gratuitos y, lo más importante, son locales, por lo que informarán de la cartelera de espectáculos y horario de los museos de la ciudad. La sana costumbre de la prensa española de incluir una sección local no se estila por allí, por lo que si uno quiere saber qué actividades hay en la ciudad un sábado, día en el que no se publican los diarios gratuitos ni tampoco el Evening standard, que sólo cuesta 50 peniques, no tiene más remedio que consultar Internet o comprarse la bastante cara (3 libras) revista Time out.
5 - Los horarios. En Londres uno puede comer a cualquier hora, a las tantas de la mañana es muy fácil encontrar bares en el centro con la cocina a pleno rendimiento; pero esto puede engañar al turista y hacerle pensar que para el resto de actividades es así. Pues no, para salir de marcha conviene ir muy temprano para el horario español. Tiene su lado bueno, porque en España muchas veces las tardes del sábado la gente se aburre espectacularmente esperando a que llegue la madrugada y los locales se llenen de gente. En Londres en cambio, a la que uno se descuida se le pasa el arroz y se encuentra en pleno horario after hours, sin más opción que discotecas chundachunda para adolescentes.
6 - La comida. No por tópico es menos cierto: la cocina inglesa es horrorosa. Y no sólo por la tremenda proliferación de fast food: los ingleses pueden pasarse horas delante del horno para perpetrar de forma premeditada los mayores atentados al gusto y al estómago. En los pubs, que son preciosos, friendly y lo mejor de Inglaterra, se puede degustar, junto con las mejores cervezas, los horrores de la cocina local: pasteles de carne empachosos, verduras mal cocidas, puré de patatas, o todavía peor, el omnipresente fish and chips. Los entrantes y los menús de dos platos a la española allí son tan desconocidos como la fruta o el pescado.
martes, 25 de diciembre de 2007
Estambul (Turquía)
Afortunadamente hay lugares interiores que se pueden visitar bajo cualquier circunstancia meteorológica, y que de hecho supongo que se ven mejor en invierno con menor volumen de turistas, como Santa Sofía, la Cisterna o, para quien le gusten las compras, el Gran Bazar; en el famoso palacio Topkapi, en cambio, con mal tiempo se pierde uno las increíbles vistas de la ciudad. En ese caso la opción más razonable es renunciar a pasear y pasar la tarde de maravilla en las teterías, fumando pipas de agua o metiéndose en los baños turcos, caros pero limpios y agradables, sobre todo cuando hace frío fuera. Y disfrutando de buenos restaurantes a buen precio, aunque recomiendo especificar siempre mild a la hora de pedir cualquier cosa salvo a quien tenga un estómago fuerte y le guste la guindilla en todo su esplendor.
Estambul se parece a cualquier otra capital europea en los alrededores de la plaza Taksim; pero en la mayor parte de la ciudad el visitante se encuentra con las ventajas y los inconvenientes de una especie de retorno al pasado: locales con una enorme cantidad de camareros, con una amabilidad totalmente imposible de encontrar en España, donde no existe la prisa ni el estrés. Por otro lado, adoptando un punto de vista muy occidental, uno se puede irritar con detalles como que la interrupción del servicio de tranvías se avise únicamente mediante un papel pequeño escrito a bolígrafo, sólo en turco, mal pegado en la ventanilla de venta de billetes. Los turcos, por otra parte, tampoco están acostumbrados a hacer cola y esperar su turno; allí parece funcionar mejor amontonarse en frente del mostrador y gritar más que los otros para que te hagan caso: al menos esa fue mi experiencia cuando cancelaron mi vuelo de vuelta a España en el aeropuerto por la tormenta de nieve.