martes, 25 de diciembre de 2007

Estambul (Turquía)

Aunque prefiero hablar de sitios más pequeños y no tan conocidos, tampoco me resisto a comentar alguna vez cosas de las grandes capitales y centros turísticos. Sobre Estambul, una de las ciudades más bonitas e interesantes de Europa, se puede encontrar cantidad de información en la red; pero probablemente no existan demasiadas fotos de sus lugares emblemáticos cubiertos por la nieve. Viajé allí hace tres años durante el mes de febrero y ya me habían avisado de que en Turquía hacía frío durante el invierno, creo que por vientos y borrascas que vienen de Siberia; pero de ninguna forma me podía imaginar que me encontraría con una tormenta de hielo y que vería más nieve en Estambul que en ningún otro sitio en mi vida. Esto dificultó mucho la visita (era realmente difícil caminar por la calle sin resbalar) pero me permitió sacar estas fotos de la Mezquita Azul teñida de blanco o de la nieve al borde del Bósforo.


Afortunadamente hay lugares interiores que se pueden visitar bajo cualquier circunstancia meteorológica, y que de hecho supongo que se ven mejor en invierno con menor volumen de turistas, como Santa Sofía, la Cisterna o, para quien le gusten las compras, el Gran Bazar; en el famoso palacio Topkapi, en cambio, con mal tiempo se pierde uno las increíbles vistas de la ciudad. En ese caso la opción más razonable es renunciar a pasear y pasar la tarde de maravilla en las teterías, fumando pipas de agua o metiéndose en los baños turcos, caros pero limpios y agradables, sobre todo cuando hace frío fuera. Y disfrutando de buenos restaurantes a buen precio, aunque recomiendo especificar siempre mild a la hora de pedir cualquier cosa salvo a quien tenga un estómago fuerte y le guste la guindilla en todo su esplendor.


Estambul se parece a cualquier otra capital europea en los alrededores de la plaza Taksim; pero en la mayor parte de la ciudad el visitante se encuentra con las ventajas y los inconvenientes de una especie de retorno al pasado: locales con una enorme cantidad de camareros, con una amabilidad totalmente imposible de encontrar en España, donde no existe la prisa ni el estrés. Por otro lado, adoptando un punto de vista muy occidental, uno se puede irritar con detalles como que la interrupción del servicio de tranvías se avise únicamente mediante un papel pequeño escrito a bolígrafo, sólo en turco, mal pegado en la ventanilla de venta de billetes. Los turcos, por otra parte, tampoco están acostumbrados a hacer cola y esperar su turno; allí parece funcionar mejor amontonarse en frente del mostrador y gritar más que los otros para que te hagan caso: al menos esa fue mi experiencia cuando cancelaron mi vuelo de vuelta a España en el aeropuerto por la tormenta de nieve.

lunes, 17 de diciembre de 2007

Amberes (Bélgica)

Es muy cierto que Bélgica se encuentra indecisa y a medio camino entre la Europa latina y la germánica. Quien haya estado allí sabe que no se trata de un país bilingüe sino de dos comunidades monolingües: los flamencos al norte y los valones al sur; ni siquiera en Bruselas, la única ciudad en teoría bilingüe, se puede apreciar ninguna convivencia entre las lenguas puesto que el dominio del francés es aplastante. El equilibrio un tanto inestable entre las dos comunidades viene de que, por una parte, los francófonos (valones) hablan uno de los principales idiomas de Europa y por otra los de habla holandesa, o para ser rigurosos, neerlandesa (flamencos), tienen mayor poder económico y las principales ciudades del país. Como todas las localidades conocidas del país menos la capital y Lieja, Amberes (Antwerpen en holandés, Anvers en francés) pertenece a Flandes (de hecho es su principal ciudad con 460.000 habitantes) por lo que el turista no encontrará ningún cartel en francés ni ningún lugareño que le hable en ese idioma; aunque conozcan la lengua de Molière, los flamencos le hablarán siempre en inglés.

En Amberes uno podría pensar que se encuentra en los Países Bajos hasta que empieza a notar ciertos detalles de estilo francés que desentonan, como que los trenes no funcionan con precisión germánica sino que las huelgas y retrasos son frecuentes, o que las iglesias son católicas. Sin embargo, la huella protestante es evidente en los típicos edificios estrechos de ladrillo y tejado piramidal que pueblan toda la zona centro. Amberes no es tan de cuento como Gante o Brujas, carece de canales en la zona centro, algo raro por esos lares, y es mucho menos turístico. Aunque la ciudad arrastre la fama de fea de todos los sitios portuarios, algunas de sus zonas son casi igual de bonitas que las de cualquier otra ciudad belga: aparte de la catedral y la plaza mayor, podemos destacar la pulcritud de la estación central de tren, la amplia calle de tiendas o el castillo en las orillas del río.



Ahí acabaría la visita convencional, pero tal vez el turista amante de emociones más fuertes quiera echarle un vistazo al barrio rojo: allí las señoritas se ofrecen en escaparates como en Amsterdam pero no en plena zona turística de canales como espectáculo y curiosidad casi para todos los públicos; lo de Amberes es de verdad, por allí sólo pasan, que no pasean, hombres solitarios y clientes potenciales, además de los proxenetas de la mafia; el silencio es casi total en las calles y ni que decir tiene que si uno quiere mantener la integridad física, mejor que no saque la cámara de fotos del estuche.

Para más información, pinchen aquí.

sábado, 24 de noviembre de 2007

Gruyère (Suiza)

Suiza es uno de los países más bonitos de Europa. Mil años de paz y neutralidad no sólo han producido el reloj de cuco, como decían con ironía en El tercer hombre, sino que también han preservado sus ciudades de guerras y destrucciones por lo que todas conservan su estructura medieval casi intacta; y eso por no hablar de los bosques y montañas donde no se conoce ningún tipo de especulación urbanística ni incendio forestal: viendo el paisaje desde el tren o el coche, parece que la casa de la bruja de Hansel y Gretel puede surgir en cualquier momento. Sin embargo el país recibe muy pocos visitantes, en buena parte por lo extremadamente caro que es. Pero quien tenga conocidos o familiares allí que le ahorren los gastos de alojamiento puede descubrir rincones tan interesantes como este pequeño pueblo del cantón de Friburgo.

Curiosamente, quien visite Gruyère apenas encontrará referencias al queso agujereado del mismo nombre. En su lugar podrá pasear por un pueblecillo típico centroeuropeo, restaurado con una pulcritud que le da un cierto aire irreal y disneyano; es uno de los pocos sitios turísticos del país, donde abundan las tiendas de souvenirs, realmente difíciles de ver en otros lugares. Una caminata desde el centro lleva hasta el castillo de la localidad, que se conserva también en todo su esplendor.

Pero entre tanto bucolismo, Gruyère tiene también una dimensión freak: allí, en pleno centro del pueblo, se encuentra el museo dedicado al artista H. R. Giger, conocido sobre todo por sus diseños para Alien. Además de visitar el museo, la cafetería de enfrente tiene un curioso mobiliario inspirado en su estilo.

Gruyère está en el medio de ninguna parte, por lo que imagino que llegar en transporte público debe ser complicado. Es un sitio además pensado para visitar de día, por lo que el alojamiento habría que buscarlo en los alrededores. Como la cuestión lingüística en Suiza es complicada, aclaro que se trata de una localidad francófona aunque perteneciente a un cantón bilingüe, por lo que el alemán también sirve (como en todo el país, por otra parte).

Más información: http://www.gruyeres.ch/commune/

martes, 13 de noviembre de 2007

Delfos (Grecia)

Queda como muy mal y muy poco intelectual decir que a uno no le dicen gran cosa los grandes recintos arqueológicos griegos, pero se trata de eso, de recintos para los aficionados a la arqueología cuyo interés para el público en general no me parece tan evidente. Como dicen los chistes malos, si uno va a Olimpia o a Delfos se encuentra poco más que un montón de ruinas que solo le dirán algo tras oír las explicaciones de un guía o documentarse por su cuenta (la Acrópolis de Atenas es otra cosa). Hay pocos templos y monumentos reconstruidos, en teoría por no alterar la esencia del lugar con reconstrucciones artificiales, aunque yo tiendo a pensar que en buena medida es por la inversión que supondría.

¿Quiero decir con esto que no vale la pena ir a un lugar como Delfos? En absoluto; en primer lugar se trata de un magnifico enclave natural en medio de la montaña desde el que se pueden ver cumbres nevadas por un lado y el mar por el otro. En contra de la idea que tenía antes de ir, Grecia no es árida ni desértica como muchas regiones del sur de España sino verde y de orografía mas bien accidentada. Al pie de la montaña se encuentra el Delfos actual, un pueblecillo eminentemente turístico con poco más que hoteles, restaurantes y tiendas de souvenirs, que no esta pensado para pernoctar más allá de la noche del día en que se visita el santuario.

Este último, aparte de las ruinas de templos varios, consta de un imponente teatro y de los restos de un estadio donde en su día se celebraron los juegos délficos, mucho menos famosos que los olímpicos, los del santuario de Olimpia. La carretera divide en dos los restos del recinto, que dan para un interesante paseo de al menos un par de horas, sin contar con la visita al museo, donde destacan la esfinge y el famoso auriga. Yo tuve la suerte de llevar a cabo la visita en un mes de abril con el cielo más bien nublado; si hubiera recorrido el lugar en pleno verano bajo la solana (puesto que los árboles griegos no tienen altura para dar sombra) y entre hordas de turistas tal vez no me hubiera causado tan buena impresión.

Más información.

martes, 30 de octubre de 2007

Aveiro (Portugal)

¿Han oído hablar de la Venecia portuguesa? La verdad es que la fama de Venecia supongo que viene por la importancia histórica de la ciudad, pero no por el hecho de estar formada por muchas islas comunicadas por canales, porque la mayoría de las poblaciones de Escandinavia y los Países Bajos son así (no sólo Amsterdam, hay muchas otras venecias del norte). O tal vez lo excepcional sea ver ciudades de ese tipo en el sur de Europa. De hecho, en toda la península ibérica no sé de ninguna otra localidad que posea canales salvo Aveiro, que tampoco tiene tantos. El canal principal rodea la plaza Humberto Delgado, que constituye el centro de la ciudad, y en él se encuentran estacionadas varias góndolas que tal vez hagan recorridos turísticos (inevitablemente breves) por el canal, pero que cuando fui yo no se movían del sitio. Las góndolas, que estoy leyendo ahora que no se llaman góndolas sino barcos moliceiros, están decoradas con dibujos de chistes picantes de lo más casposillo.

En cuanto a la ciudad en sí, está situada en el centro-oeste de Portugal, no lejos de Coimbra y bastante cerca del mar. A diferencia de otras ciudades portuguesas, en ella predominan los edificios modernos y carece del aspecto ruinoso y decadente (que no deja de tener también su encanto) de muchas zonas de Lisboa, Oporto o Coimbra. La sensación que da Aveiro es de limpieza y prosperidad. Tiene sus dulces típicos propios, los ovos moles (literalmente huevos blandos), y también es tradicional comprar sal proveniente de las salinas que existen en la ría próxima; existe también una catedral, pero no reviste gran ni mediano interés, Portugal no es por lo general un país de catedrales. ¿Y cómo llegar hasta allí? El acceso desde España es complicado; de Portugal podría decirse aquello de tan lejos, tan cerca, llegar en transporte público desde nuestro país no es nada cómodo; sí lo es en cambio desde Coimbra o desde Oporto.

Más información.

miércoles, 17 de octubre de 2007

Göteborg (Suecia)

Me encanta Escandinavia y reconozco que no hay un gran mérito en ello: son países de un altísimo nivel de vida sin problemas de paro, pobreza ni inseguridad ciudadana en los que se puede pasear a cualquier hora por cualquier calle o parque de cualquier ciudad sin el menor temor, en los que nadie parece tener problemas, el tráfico es poco denso porque la mayoría de la gente usa la bicicleta o el excelente transporte público y en el medio de una gran ciudad con todos los servicios imaginables uno se encuentra siempre a poca distancia del mar o del bosque; y no me refiero a un parquecillo o zona verde sino a monte puro y duro.

Gotemburgo, la segunda ciudad de Suecia, no es ninguna excepción a esta norma. Sí tiene un aire portuario e industrial si uno se pasea alrededor de la zona de Lilla Bommen, pero eso a un vigués le hace sentirse como en casa. Como es habitual en estas zonas vikingas, un buen número de canales rodean las calles del centro, ocupadas por edificios de arquitectura tan armoniosa como austera y sencilla. El centro de la ciudad es la plaza del rey Gustavo Adolfo, donde se encuentran el ayuntamiento y la bolsa (Göteborg es el principal centro económico del país). Las calles circundantes concentran el mayor número de tiendas y locales de ocio; sin embargo la zona antigua de la ciudad, sólo relativamente antigua porque Göteborg no era prácticamente nada hasta la edad moderna, es el barrio de Haga con las típicas casas de ladrillo que inundan todo el norte de Europa. Haga se encuentra al pie de Skansen Kronen, una fortaleza alrededor de la cual se originó la ciudad. El ascenso es un poco cansado pero si hace buen tiempo vale la pena, puesto que permite disfrutar de una excelente vista sobre toda la urbe.

Perderse por el enorme parque de Slottskog, que incluye zoológico, es un placer que el turista no se debería de ahorrar. Otra posibilidad todavía más atractiva es coger un tranvía y dirigirse al muelle donde se embarca hacia las islas del archipiélago (que se dice prácticamente igual en sueco), donde viven unos cuantos pescadores y muchos urbanitas de Göteborg disfrutan de una segunda residencia.

Pese a que el tópico sea cierto en las ciudades más pequeñas, las ciudades grandes escandinavas tienen una vida nocturna tal vez menos ruidosa pero para nada menos animada que las españolas. Quien se aburra en Göteborg será porque quiere. Eso sí, las copas no están al alcance de todos los bolsillos, y lo mismo puede decirse de los restaurantes en el caso de que uno quiera ir más lejos de la comida rápida. Los paraísos suelen ser caros.

domingo, 30 de septiembre de 2007

Acantilados de Moher (Irlanda)

Mi intención es hablar no solamente de ciudades en el blog sino también de parajes naturales que valga la pena visitar. Por ejemplo estos impresionantes acantilados de la costa oeste irlandesa; quedan un poco lejos para el que visite Dublín, que está al este del país, pero quien vuele al aeropuerto de Shannon debería acercarse hasta este lugar. La ciudad importante más próxima es Limerick, pero como suele ocurrir con estos escenarios, están situados más o menos en el medio de ningún sitio. No obstante el lugar está bien acondicionado para el turismo, con fácil acceso por coche hasta muy cerca de los acantilados; recientemente han puesto además un sendero, una barandilla e incluso unas grutas dentro de la piedra que facilitan el paseo por la zona. Tampoco falta la típica tienda de souvenirs (esto puede sorprender a quien visitara el lugar hace algún tiempo, porque al parecer todo este acondicionamiento es de hace menos de un año).

Las fotos hablan por sí solas y describen mucho mejor que las palabras lo impresionante del paisaje; desde el punto más alto se pueden ver las islas de Aran, protagonistas de un famoso y antiguo documental de Robert Flaherty. No dudo, eso sí, que en Irlanda no pueda haber otros muchos sitios casi igual de dignos de ver y menos explotados turísticamente. Y sin querer ser chauvinista, tampoco hace falta ir hasta allí para ver acantilados de este tipo. En Galicia, y aún más en Asturias, abundan.

jueves, 13 de septiembre de 2007

Aarhus (Dinamarca)

Aarhus es la principal ciudad de Jutlandia, la Dinamarca peninsular. Frente al relativo caos de Copenhague, Aarhus sí es la clásica ciudad escandinava apacible y tranquila que da la sensación de sitio pequeño pese a contar con unos 300.000 habitantes. Al que llega en tren lo primero que le sorprende es la pulcritud y la calma de la estación central, que en todas partes suele ser un lugar ruidoso y caótico. Todas las calles del centro mantienen esa sensación de armonía y de sitio tan agradable como discreto. No hay grandes maravillas arquitectónicas ni atracciones que puedan atraer un turismo masivo, de hecho la mayor parte de visitantes de la ciudad vienen de otros puntos de Dinamarca o de las vecinas Alemania y Suecia. Seguramente el interés turístico de la ciudad se elevará cuando acaben las obras que están llevando a cabo para recuperar los canales que antiguamente atravesaban el centro de la ciudad, con lo que Aarhus se parecerá más al resto de poblaciones danesas, casi siempre rodeadas y surcadas por el mar o por lagos.

Los escandinavos buscan siempre vivir cerca de la naturaleza, y Aarhus no es una excepción, posee enormes superficies verdes. En la parte alta de la ciudad se encuentra el extenso jardín, más bien bosque, botánico, en el que si el tiempo acompaña los lugareños se tumban sobre el césped a tomar el sol; y en medio de éste se sitúa el Sygehus, una especie de versión danesa del Pueblo Español de Barcelona que reproduce varios lugares de Dinamarca y que es muy visitado por las familias. En la parte baja, pasado el puerto, porque Aarhus es una ciudad marítima, la larguísima playa se funde con el Mindepark, que incluye una reserva de ciervos y jabalíes y en otra de sus zonas una residencia propiedad de la familia real. Para recorrerse la ciudad, lo más danés sería sin duda alquilarse una bicicleta, el medio de transporte más habitual en el país para gente de todas las edades.

Mientras en otras localidades danesas más pequeñas la tranquilidad puede llegar a resultar un tanto excesiva, Aarhus es una ciudad universitaria, lo que se traduce en muchas actividades culturales, terrazas llenas si el tiempo lo permite y una nada despreciable vida nocturna, aunque al estilo escandinavo, es decir, en un tono de voz mucho más bajo del que estamos acostumbrados en países más al sur.

sábado, 1 de septiembre de 2007

Rouen (Francia)

Rouen es la capital del departamento de Seine maritime y de la región de la Alta Normandía. Era la segunda ciudad más importante de Francia durante la Edad Media, por lo que toda su zona central data de esa época y ha conservado desde entonces la arquitectura típica en esta zona. Quien quiera ver los mejores ejemplos de casas de estilo vikingo los va a encontrar mucho mejor en Normandía (región que los francos cedieron a los invasores del norte y en la que éstos se establecieron durante una buena temporada) que en los países escandinavos, donde, reemplazadas por edificios más modernos de ladrillo, son mucho más difíciles de ver.




Aunque no tiene aeropuerto propio (el más cercano es el de Le Havre) es fácil llegar a la ciudad por transporte público; hay una frecuencia aceptable de trenes entre Rouen y la estación de Saint Lazare en París (bastante céntrica, próxima a la Opera y la Madeleine). El viaje dura hora y media; eso sí, sin aire acondicionado, más bien raro en los trenes franceses, aunque el clima del norte de Francia es bastante suave en verano y durante mi estancia en pleno julio necesité el paraguas casi más que las gafas de sol. Rouen es pequeño y se puede visitar en uno o dos días, pero es un buen centro de operaciones para visitar Normandía, una región bellísima, o incluso hacer alguna escapada a Bretaña o a Amiens en Picardía; incluso el famoso Mont Saint Michel no está demasiado lejos, sobre todo teniendo en cuenta que no está cerca de nada.

Como París, Rouen también está dividida en dos por el Sena y cuenta con una isla en medio del río, pero a diferencia de la capital, la orilla izquierda o rive gauche del río tiene muy poco interés turístico, y lo mismo se puede decir de la isla: es la zona moderna e industrial. El casco histórico, así como la estación del tren, se encuentran íntegramente en la rive droite. La espectacular catedral gótica se encuentra en medio de una plaza bastante próxima a los muelles del Sena, nada lejos de la calle central del casco viejo, la calle del Gran Reloj (Gros Horloge), el otro punto emblemático de la ciudad.


Esta avenida va a dar a la segunda plaza más famosa de Rouen, la plaza del mercado, más conocida con el nombre de la heroína local, place Jeanne d'Arc. En el centro de la plaza, unas flores marcan el punto en el que se situó la pira en la que fue quemada vida la patrona de Francia; una iglesia de extrañísima forma rodea el lugar, y a su vez es rodeada por gran número de cafés, restaurantes y alguna que otra tienda de souvenirs, pero no muchas, hay una cierta cantidad de turistas franceses y alemanes pero incluso en verano son los normandos haciendo su vida cotidiana los que predominan en las calles.


La otra zona cuya visita es imprescindible para el turista es el barrio de Saint Mclou, una sucesión de preciosas casas vikingas coronada por otra colosal iglesia gótica (más que habituales en la región).

Para obtener una buena vista aérea de los tejados del centro de Rouen puede uno subir al Gros Horloge, o si está dispuesto a escalar un poco, a la montaña de Sainte Catherine, a una media hora a pie del centro (lamentablemente el día que subí yo el tiempo no ayudaba y la visibilidad no era gran cosa).

Aparte de las visitas a la ciudad y a los alrededores, Rouen tiene unos cuantos restaurantes y, al menos en verano, una vida nocturna aceptable por los muchos bares y pubs, tanto de estilo inglés/irlandés como local, de su casco antiguo. Los normandos son amantes de la sidra y del queso Camembert, que es original de la región, pero tal vez estas sean las únicas peculiaridades de la cocina normanda con respecto a otras zonas del país. Por último, a pesar de los tópicos, los franceses de provincias son muy amables con los turistas, al menos con los que hablan o intentan hablar francés así que es conveniente echar mano del poco o mucho idioma de Molière que se sepa; y naturalmente decir siempre bonjour antes de nada.

Más información en la web de la oficina de turismo.

viernes, 24 de agosto de 2007

Vigo (España)

Estaba dudando acerca de qué ciudad escoger para la primera entrada del blog y se me ocurrió que qué mejor idea que comenzar por la mía, está claro que no hay ninguna otra que me conozca mejor ni de la que pueda dar consejos más útiles aunque tiene el inconveniente de que uno no suele disponer de muchas fotos sacadas en su propia ciudad. En realidad ya escribí una guía turística sobre Vigo en tono de humor (aunque tal vez sea más seria de lo que parece), que es lo mejor para abordar una ciudad más bien caótica que reconozco que no tiene mucho encanto para el turista. Vigo es una excepción a todas las ciudades gallegas por no ser capital de provincia ni tener apenas actividad administrativa pese a ser la localidad gallega más grande y poblada (sí, más que A Coruña y no digamos que Santiago o Pontevedra), por ser urbana, industrial y de izquierdas en una comunidad rural y conservadora como Galicia y por ser castellanoparlante, el gallego está muy presente en paneles, señales y todo tipo de información administrativa pero no tanto en la calle, donde es probable que se escuche más el portugués, ya que el país vecino está sólo a 30 kilómetros.

Los turistas que se dejan caer por aquí suelen preguntar (aparte de por El Corte Inglés, como en todos los sitios) por los restaurantes de marisco, buenos pero sin duda caros, que se encuentran alrededor de la zona antigua o Casco Vello, la cual es contigua al puerto y está también llena de tiendas de souvenirs que hacen su agosto con los visitantes ocasionales de los transatlánticos, que suelen hacer escala en Vigo por unas horas de fiebre consumista para sus viajeros.

Si desea aproximarse más a la vida de los vigueses, éstos nunca van a cenar a los restaurantes de marisco sino por la zona de la calle Rosalía de Castro, muy próxima al centro y también al puerto, por donde han surgido como setas los locales de tapas durante los últimos años. Lamentablemente es también caro, aunque mucho menos que los locales para turistas. La zona tradicional de vinos, situada en el Casco Vello, perdió su clientela durante los años 90 y nunca ha conseguido sobreponerse, así que no espere encontrar muchos locales de toda la vida, a diferencia de Coruña o Santiago. Alrededor de Rosalía de Castro están también las zonas de marcha noctura, apartado en el que Vigo sí triunfa holgadamente en comparación con cualquier otro punto de Galicia. A continuación del puerto se encuentra la calle Areal, con los locales más ¨in"; el que prefiera escapar del pijerío puede subir hasta los alrededores de la también cercana plaza de Portugal en búsqueda de locales más alternativos.

En cuanto a sitios que ver, paseando por la zona antigua se puede uno acercar hasta el origen de Vigo, el barrio del Berbés (imagen), antiguas casas de pescadores que por desgracia se encuentran sin restaurar y han sido rodeadas por una más bien horrenda plaza de cemento y un pesado tráfico. También a corta distancia de la zona vieja, aunque en vertical, porque Vigo es célebre por sus mil y una cuestas, se encuentra el monte del Castro; al deportista que se anime a subirlo entero le esperan muy bonitas vistas de toda la ría (para los más vagos también se puede subir en coche hasta la cima). Para buenas vistas (imagen) se puede ir también al monte de la Guía, que tiene el inconveniente de quedar bastante más apartado, a unos 45 minutos a pie del centro y tras atravesar el la verdad no muy fotogénico barrio de Teis. Para ir a la playa, hace falta coger coche o autobús porque no existe ningún arenal en el centro de Vigo; no obstante Samil (imagen), pese a encontrarse a varios kilómetros del centro de la ciudad, es una playa totalmente urbana dotada de un polémico pero agradable paseo. En verano se puede uno coger el barco y hacer una bonita excursión hasta las islas Cíes, un parque natural y una reserva ecológica protegida en la que sólo se puede pernoctar en camping. Los amantes de las playas pueden también coger el coche y disfrutar de las varias que hay en Cangas y alrededores, aunque les recomiendo paciencia con el atasco a la hora de volver a casa.

Y poco más que destacar, los visitantes suelen utilizar Vigo sobre todo como centro de operaciones para visitar los pueblos de alrededor. Cangas, el que se ve justo enfrente del puerto (imagen), no está nada mal aunque tal vez los sitios más bonitos sean, yendo hacia el sur, Baiona (a unos 20 km) y Tui (unos 30 km) y, en dirección norte, la capital Pontevedra (25 km por autopista), Combarro y siguiendo más hacia arriba Sanxenxo y la famosa isla de A Toxa, que distarán ya sus buenos 50 km de la ciudad.

El transporte público interurbano en Galicia es más bien lamentable; desde Vigo la comunicación es buena sólo con Pontevedra, hacia donde sale una excelente red de trenes y autobuses que se pueden tomar desde estaciones y paradas muy céntricas. Para ir a los pueblos, en cambio, hay pocos autobuses y trenes menos aún, por lo que es muy conveniente disponer de coche y coger las autopistas, ya que las carreteras generales tienden a ser estrechas y muy cargadas de tráfico (la autovía Vigo - Tui es la única vía no de pago potable que, aunque tiene algún que otro tramo de cuidado, le puede librar de pagar el peaje de la nueva autopista). Si se anima a seguir bajando y meterse en Portugal, le esperan pueblos fortificados muy bonitos como Valença do Minho o Vilanova de Cerveira, pero creo que estos alrededores merecen su post aparte.

Más información: http://www.turismodevigo.org/index_es.php